sábado, 7 de abril de 2007

HUMALA Y LA VISCERALIDAD NACIONAL


HUMALA Y LA VISCERALIDAD NACIONAL

Gonzalo Gamio Gehri


El voto negativo es ya una práctica común en nuestra frágil vida republicana. Nos hemos acostumbrado a votar en contra de tal o cual candidato, de modo que nuestras decisiones políticas suelen estar sujetas al cálculo imaginario de “escenarios políticos posibles”, con frecuencia asociado a especulaciones en torno a los contendores de una eventual segunda vuelta. Hoy, el rechazo popular parece estar extendiéndose peligrosamente a toda la “política”. “¡Que se vayan todos!” es un grito irracional – coreado por cierta prensa autoritaria - que parece escucharse en diversos sectores de la población. Se está generando un clima tempestuoso de visceralidad del que se está beneficiando el “jacobinismo chicha”, “antisistema”, de los Humala.

En tiempos en que aparentemente los partidos se muestran incapaces para la reflexión programática e ideológica más elemental, y en que el ‘análisis político’ prácticamente constituye un privilegio exclusivo de las encuestadoras, no resultaba difícil avizorar la situación que vivimos. Cuidado, el “remedio” puede ser peor que la enfermedad. Solemos hablar del “fenómeno Humala”, pero no nos detenemos en sus aspectos más inquietantes. Los periodistas más agudos suelen ubicarlo en la izquierda del “escenario político” – evocando su proximidad con Chávez – pero con ello olvidan que el factor “raza”, e incluso “nación” nunca ha formado parte del vocabulario socialista: el marxismo ortodoxo encontraba en la “clase” la categoría central de su programa ideológico; la izquierda democrática contemporánea hace lo propio con el importante concepto de “ciudadanía participativa”. El “nacionalismo” es un término que pertenece a la retórica autoritaria usada por los populismos militaristas que lamentablemente nuestra historia conoce muy bien. El patético discurso de la “pureza” e “impureza” raciales que esgrime Isaac Humala, y que le sirve para distinguir los “nacionales cobrizos” de los “restantes ciudadanos peruanos” aproxima su delirante “ideología” al ideario totalitario y racista del nazismo (¿alguien recuerda la simbología nazi con matices sincréticos utilizada por Antauro y los etnocaceristas en sus estandartes?). Nada más lejos del pluralismo democrático de las izquierdas del siglo XXI.

No debe escapar a la atención del ciudadano los vicios “tradicionales” de estos “políticos antisistema”. Cuestionamos las tendencias de gobernantes anteriores a favorecer ilegítimamente a sus familiares con puestos públicos o con ilegales privilegios en los círculos del poder: recordamos a los Aritomis, los Santiagos, los Pedros, o aún a las Margaritas. No obstante, podemos identificar al menos tres o cuatro Humalas en planchas presidenciales o presuntas listas parlamentarias, situación que se repite en los cuadros de las agrupaciones “nacionalistas” y las “etnonacionalistas”. No apreciamos aquí credenciales de conducta democrática.

El violentismo de este proyecto – aún en sus sectores más “moderados” – también se percibe claramente: no nos referimos solamente a sus controvertidos vínculos con cierto fujimontesinismo subterráneo, o a las múltiples promesas de linchamientos o ejecuciones públicas, o a sus pintorescas ideas sobre la libertad de expresión. Hace muy poco, ante el peligro de que su candidatura fuese víctima de una tacha, Ollanta Humala ordenó a sus seguidores estar alertas para tomar las ‘medidas correspondientes’, e instó incluso a las Fuerzas Armadas a “guardar la calma”, en una obvia actitud amenazante contra el propio sistema democrático. Si estos gestos autoritarios lo acompañan como candidato en campaña ¿Qué podemos esperar de él como eventual gobernante respecto de la vigencia de la legalidad y el respeto de los Derechos Humanos?

Estas reflexiones no pretenden desacreditar una determinada oferta política; nuestra intención es invitar al ciudadano a sopesar racionalmente los planes de gobierno, las líneas ideológicas, las trayectorias públicas, y a exigir que los candidatos acepten debatir: al señor Humala hay que solicitarle – como a todos – que exponga su programa (aun no lo presenta, ¿o no lo tiene?) y lo confronte con los de sus rivales en la lid electoral. Los peruanos vamos a elegir representantes en un tiempo de crisis política: hagámoslo con seriedad y responsabilidad. En tiempos de grandes decisiones, la visceralidad es la peor consejera.

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