martes, 5 de junio de 2007

SALIÓ MI LIBRO "RACIONALIDAD Y CONFLICTO ÉTICO"


Les comento que acaba de salir publicado mi libro Racionalidad y conflicto ético. Ensayos sobre filosofía práctica, editado por el Instituto Bartolomé de las Casas y el Centro de Estudios y Publicaciones. Es una profunda alegría para mí que quería compartir con ustedes. Aquí les presento una parte de la Introducción del texto, y un esquema de su contenido temático.



Gonzalo Gamio Gehri



Que la filosofía pudiese esclarecer nuestra práctica – es decir, tanto nuestras actividades ordinarias como nuestros modos de vida en general – constituía, qué duda cabe, el anhelo de la filosofía griega, al menos desde Sócrates hasta Sexto Empírico. Después de la antigüedad, la vigencia de tal anhelo ha sido discutida intensamente en occidente sin lograr erradicarlo del todo; ni siquiera hoy, en tiempos en que impera casi sin resistencias la razón instrumental, encarnada en el quehacer tecnocientífico y en los fueros de la economía de mercado. Que el pensamiento crítico pudiese penetrar en el horizonte de nuestros actos e interacciones con el fin de indagar sobre su “sentido”, así como des-cubrir espacios significativos para el compromiso, contribuía a “mejorar la vida”, en tanto le confería un carácter reflexivo y crítico. Esclarecer la práctica equivale a otorgarle racionalidad, y a darle una dirección, un télos. La pregunta por las razones que animan nuestras acciones nos remite a la pregunta por la vida buena.

A diferencia de las diferentes “cosmovisiones” (ideologías políticas y religiosas, visiones generales acerca de los “valores”, etc.), la filosofía como actividad no se guarece en los privilegios de determinadas “autoridades” – individuos iluminados o instituciones “tutelares” – que se yerguen como supremos administradores o árbitros de la Única Verdad o el Supremo Bien; la filosofía le reconoce a los agentes concretos (los usuarios de las prácticas sociales en cuestión) su condición de interlocutores válidos en la discusión sobre la corrección de sus actividades y propósitos. Ellos son los protagonistas de sus vidas y comunidades: sobre ellas tienen algo que decir. En temas éticos como éste la única autoridad que puede ser invocada con propiedad es la solidez de los argumentos y la consistencia de las interpretaciones, encarnadas en modos de actuar.

La filosofía interpela las culturas que habitamos, y las creencias que asumimos con frecuencia sin mayor cuestionamiento. Des-cubrir los sentidos subyacentes a las prácticas y las valoraciones cotidianas nos permite reparar en su cimentación conceptual, y reconocer que nuestros modos de organizar y comprender el mundo no son los únicos posibles, y que la jerarquía de “valores” que orienta nuestra vida no excluye otras listas y otros modos de conducir la existencia. La crítica y la reflexión permiten vislumbrar el cambio de esquema conceptual como un hecho de la vida, de modo similar a lo que sucede en el caso de las culturas y las comunidades: el análisis histórico-crítico nos permite constatar que las concepciones y valoraciones que suscribimos en el presente contrastan con las que nuestra propia cultura suscribía en el pasado. El reconocimiento del factum de la diversidad es condición para el ejercicio del diálogo racional e intercultural al interior de las sociedades complejas que habitamos en la modernidad, y no un síntoma de “relativismo” como algunos sectores académicos conservadores insisten en señalar. La forja de consensos supone la apertura reflexiva a las diferencias en espacios públicos abiertos al libre encuentro de las razones.

La filosofía se ocupa de lo invisible, de lo que permanece inadvertido para la conciencia sumergida en las presuposiciones que vertebran el llamado “sentido común”. Ella explicita – a través del proceso de interpelación que pone en ejercicio – el influjo de los pre-juicios en la conciencia común, permite someterlos al examen racional, y pone de manifiesto otros modos de pensar las cosas. Es en este sentido que puede destacarse sólidamente el concepto griego de verdad como alétheia (des-ocultamiento). La filosofía puede contribuir a conmover las presuposiciones, cuya validez solemos asumir dogmáticamente en los fueros ideológicos, para trocarlas en conceptos, categorías que han pasado por el filtro de la crítica. No se trata de que el “error” simplemente deponga las armas frente a la “verdad”: se trata de que el cuestionamiento racional ponga sobre el tapete aquellas concepciones de la realidad que vertebran y guían subterráneamente nuestras actitudes y “saberes”; que examinemos su consistencia, y que reparemos en las sendas alternativas que nuestro pensamiento y nuestra acción puedan transitar o revelar como significativas. Esta es la función liberadora de la filosofía, que Sócrates comparaba con el tábano que pica por detrás de la oreja, y obliga a los ciudadanos de la pólis a despertar: ella pretende contribuir con el cambio de las mentalidades y de la sensibilidad (metánoia), de modo que nuestras formas culturales no se priven del dinamismo de la autorreflexión. La filosofía se vuelve críticamente incluso sobre los esquemas de pensamiento que ella misma ha construido en el pasado, y que han devenido en “sentido común” osificado ya y renuente al camino de la metánoia.

El objetivo de cada uno de los ensayos que componen este libro es el desarrollo de este ejercicio – de un modo acaso tentativo y fragmentario – en el campo de la ética, en el horizonte de las discusiones sobre la vida buena y la virtud de la justicia en la cultura contemporánea, desde el tiempo y los espacios académicos (y político – sociales) en los que me ha tocado vivir. Se trata de un esbozo de reflexión acerca de las prácticas relativas al discernimiento y los vínculos sociales tal y como (creemos y consideramos que) los vivimos y concebimos de cara a un mundo en el que se cierne una y otra vez (y de diferentes formas) la sombra del pernicioso pensamiento único en los fueros de la economía, la política y la religión, y quizá en el ámbito de la propia ética. Me he valido de ciertas tradiciones de la filosofía y la literatura para articular mejor mis intuiciones sobre este tema. Aristóteles, Hegel, Huxley, Taylor y Berlin han sido en gran medida los héroes que me han ayudado a plantear con algún cuidado los problemas que discutiré en las páginas que siguen.

El “pensamiento único”, más que una doctrina (o conjunto de doctrinas) constituye una actitud frente a la vida. Consiste en presuponer que respecto de las ‘cuestiones últimas’ que inquietan a las personas y a las instituciones existe una y sólo una respuesta, de forma que cualquier modo alternativo de plantear las cosas encarna el error, o está condenado al fracaso. Quien ensaya caminos alternativos estaría sumido, por algún defecto del entendimiento o de la voluntad, en la irracionalidad o la confusión. Para los espíritus que piensan o actúan de tal manera, la verdad o la vida buena son siempre puntos de partida y no de llegada, son “posesiones” que hay que “administrar” con sentido de autoridad y “mano dura”; no son ideales que podemos buscar, o bosquejar juntos a través del diálogo. Tales espíritus no pueden amar la sabiduría - ¿cómo amar lo que simplemente es un “objeto” que se posee? –. Ellos ven en la libertad individual sólo un pretexto para la desobediencia y el actuar irracional.

La sencilla tesis general que busco poner de manifiesto en cada uno de estos ensayos es que la experiencia del discernimiento práctico y el contacto dialógico desmiente esta presuposición de talante fundamentalista, y la desenmascara de manera incontestable en lo relativo a su carácter violento y deshumanizador. Se trata de una defensa del pluralismo, un enfoque práctico básico para las sociedades democráticas. La “verdad” o la “vida buena” no están amenazadas por la diversidad de concepciones de la ética, ni se ven sacrificadas por la multiplicidad de valores que pueden guiar la acción y entrar en conflicto. Quien discrepa o piensa distinto no es un enemigo que debe ser sin más “corregido” o “convertido”; puede convertirse en un interlocutor valioso en el diálogo entre las culturas y los credos, o quizá (¡Quién sabe!) en un compañero de ruta en pos de un misterio que trasciende la finitud de nuestras vidas y categorías. Nada de esto diluye la “búsqueda de la verdad” o el “esfuerzo por la vida buena”; se trata más bien de acotar tal esfuerzo en el cultivo del respeto por las diferencias y el ejercicio de las libertades de pensamiento y de acción. La desconfianza frente a las meta-narrativas nos permite concentrar nuestra atención frente a la composición de pequeñas narrativas, la configuración - dialógica y rigurosa - de consensos razonables y provisionales.

Alguien podría objetar que lo que he estado señalando hasta aquí es simplemente moneda corriente en una cultura ético – política influida poderosamente por la democracia y el liberalismo (al fin y al cabo, se trata de una tesis que comparten, en el seno de la filosofía contemporánea, la fenomenología hermenéutica y el pragmatismo). Admitiría que tal objeción fuese válida si nuestra cultura fuese predominantemente pluralista: por desgracia, se trata de un pensamiento que va a contracorriente en los diversos ámbitos de la vida social, de modo que las luchas éticas e intelectuales en nombre del pensamiento democrático distan de haber llegado a su fin. El fortalecimiento de los fundamentalismos religiosos de diverso cuño, el resurgimiento los nacionalismos, y la hegemonía del integrismo del llamado “capitalismo salvaje” en la economía evidencian que el mundo de las ideas que transitamos día a día es mucho más complejo que lo que pensamos.














CONTENIDO TEMÁTICO DEL LIBRO





Introducción



I.- PERSPECTIVAS SOBRE LA JUSTICIA

1.- Qué significa “dar a cada cual lo suyo?”

II.- ÉTICA Y RACIONALIDAD PRÁCTICA

1.- La racionalidad de los conflictos éticos.
2.- La comprensión como práctica social.
3.- Otro fantasma recorre Europa.

III.- UNA DEFENSA DEL PLURALISMO

1.- La filosofía como preparación para la muerte.
2.- Ética, contacto humano y utopía tecnológica.
3.- Ética y eclipse de Dios.
4.- Liberalismo y Universidad.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Profesor:Mi crítica sobre su libro se la hago llegar cuando lo lea,
pero por ahora buenos augurios para este nuevo aporte para una sociedad que no quiere permanecer alienada