viernes, 11 de julio de 2008

PUTIS Y LA "HISTORIA OFICIAL": DESBARATANDO MITOS


(REFLEXIONES SOBRE UN ARTÍCULO DE WILFREDO ARDITO)


Gonzalo Gamio Gehri


Hace unos días, Wilfredo Ardito publicó en La República el artículo Putis y los mitos tranquilizadores, un texto en el que pone de manifiesto las medias verdades – cuando no las falsedades manifiestas – con las que el “Perú oficial” – fundamentalmente hispanohablante, criollo y urbano – ha intentado rehuir su responsabilidad moral, política e incluso penal frente a los hechos de violencia que padeció el país en los años del conflicto armado interno. Ardito desbarata una serie de mitos acerca del “desconocimiento” de la población frente a la escalada de la violencia terrorista y represiva antes del atentado de Tarata, y cuestiona sin reparos el supuesto de la presunta “caballerosidad” y el “talante democrático” del régimen de Fernando Belaúnde en materia de Derechos Humanos. El autor argumenta con agudeza y con una contundencia implacable. Sabe que está desmantelando elementos centrales de la “historia oficial” que los gobiernos peruanos han compuesto, esa misma historia que la CVR ha conseguido desenmascarar. Es sabido que la vocación desmitificadora que ha caracterizado al Informe Final de la CVR ha provocado los ataques de enconados enemigos de la memoria crítica de la violencia, censores provenientes de la “clase política”, así como representantes de otros sectores particularmente poderosos e influyentes en nuestra sociedad: una parte significativa de la Fuerza Armada, toda la prensa fujimorista, el sector del empresariado más cavernario y el ala conservadora de la Iglesia Católica.

Ardito muestra claramente que tal "ignorancia" frente a las desapariciones y los asesinatos perpetrados en el interior del país constituye literalmente una 'leyenda urbana'; la prensa informaba acerca de lo que ocurría en el Perú altoandino y amazónico. La población conoció la decisión que tomó el gobierno democrático constituido en materia de lucha contrasubversiva, que se materializó en la creación de los comandos político-militares en las zonas de emergencia. La CVR sindica esa determinación como una penosa abdicación de las funciones de las autoridades de la recién recuperada democracia a favor de la Fuerza Armada, que pasó a administrar el poder en esos territorios. En ese contexto, la tortura pasó de ser un delito de lesa humanidad a convertirse en un mero "delito de función", una falta castigada con unos días en el calabozo. En estas circunstancias, el poder civil se convirtió en cómplice de tales abusos, al dejar en otras manos la tarea de la pacificación, y al guardar silencio frente a las denuncias por violaciones de los Derechos Humanos. Ardito nos recuerda cómo el propio presidente Belaúnde desestimaba tales denuncias, sin examinarlas siquiera: “La misma Amnistía Internacional escribió muchas cartas a Belaunde y él se jactaba de arrojarlas a la basura y mantener su respaldo a los militares. Para que no quedara duda, en 1984, el Parlamento, dominado por Acción Popular y el PPC, aprobó la Ley 24150, que estableció la amnistía frente a los crímenes cometidos hasta entonces.”

Pero probablemente el mito mayor que esfuerzos como el de Ardito contribuyen a desterrar es aquel que sostiene que las Fuerzas Armadas cometieron “excesos” (y no violaciones de Derechos Humanos) al usar la violencia contra la población indígena y campesina; para algunos periodistas y políticos cercanos a los militares, estos 'errores' constituyen "hechos aislados" motivados por la tensión provocada por el conflicto, y al hecho de que actuaban bajo la convicción de que combatían a un enemigo que se ocultaba entre la población civil. En este punto los análisis de Ardito convergen con la tesis del Informe Final de la CVR, según la cual “en ciertos períodos y lugares”, las fuerzas del orden incurrieron en “una práctica sistemática o generalizada de Violaciones de los Derechos Humanos” (tomo I, p. 30). Si bien en otros episodios del conflicto el ejército y la policía defendieron heroicamente a la población y al Estado peruano contra la insania terrorista, resulta evidente que la práctica de la tortura y la desaparición forzada fue sistemática y deliberada en contextos precisos. Las ejecuciones extrajudiciales constituyeron parte de la estrategia de algunos mandos militares. Lo ocurrido Putis es un terrible ejemplo de ello. “Esta masacre permite” – afirma Ardito - “desmentir otros mitos que subsisten en relación con el conflicto armado. La crueldad y premeditación con que fue cometida deja sin piso la reiterada referencia limeña a "la época del terrorismo", como si solamente un bando del conflicto hubiera actuado contra la población civil. También es imposible seguir afirmando que los crímenes cometidos por militares o policías eran hechos aislados, debidos a problemas psicológicos individuales. En realidad, al menos entre 1983 y 1985, las masacres de campesinos tenían un carácter intencional y sistemático.” Hasta hoy no contamos con un pronunciamiento oficial del ejército peruano y del ministerio de defensa sobre la existencia de estas fosas clandestinas.

Los periodistas más cínicos – pertenecientes a ya sabemos a qué prensa pertenecen – sostienen sobre situaciones como esta otro macabro mito, a saber, que muertes como las de los pobladores de Putis – asesinados después de cavar sus propias tumbas, con el fin de despojarlos de su ganado – constituyen el “costo social”, o los “daños colaterales” de una lucha a muerte contra la subversión. Un precio a pagar por el éxito de la pacificación. Pretenden insinuar que Putis fue necesario para vencer a Sendero Luminoso. Ese argumento es falso, además de éticamente deleznable. No existe conexión causal alguna entre la "guerra sucia" y el triunfo del Estado en el combate contra el terrorismo. Sendero fue derrotado por el cambio de estrategia que se implementó a partir de 1989, giro que propició la formación del GEIN que capturó a Guzmán. Los defensores chapuceros de la Realpolitik (auténticos discípulos de Montesinos, pues para ellos "la razón de Estado" justifica el crímen") no revelan con esta actitud condescendiente con el crimen otra cosa que su desprecio por la vida de quienes fueron precisamente los peruanos más indefensos en la etapa del conflicto armado interno - indígenas, comuneros, campesinos, habitantes del ande y de la selva -, compatriotas que sufrieron el embate de dos fuegos en medio de la indiferencia del Estado y de la ceguera voluntaria de no pocos ciudadanos. Ellos fueron tratados - como indica amargamente Primitivo Quispe - como miembros de "pueblos ajenos dentro del Perú". La deuda moral que el país tiene con ellos es incalculable. Tomarla en serio empieza por desmantelar los mitos que tienden a encubrir o a soslayar nuestra responsabilidad como ciudadanos frente a ese dolor (que debería ser también el nuestro). La renuencia de los políticos y de los medios de comunicación a tratar directamente el tema de las fosas de Putis y a prestarle la atención que se merece ponen de manifiesto que la indolencia y la vocación por el silencio son actitudes que permanecen vigentes, a pesar del paso de los años.

24 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace dos semanas en la penultima clase de un curso que dicto en la especialidad de psicología de la PUCP, comenté la matanza de Putis, y para mi sorpresa, mis alumnos !jamás habían oído de ella!! como lo lees Gonzalo, no sabían nada de eso... me pareció triste, y lamentable. Pero esa es la realidad de muchos jóvenes, y la indiferencia con que aun se tratan estos temas en ciertos contextos sociales.

Gonzalo Gamio dijo...

Hola Susana:

Lo que cuentas sobre la especialidad de psicología es terrible. Ningún ciudadano que se respete tendría que ignorar lo sucedido en Putis. Y si a eso agregamos el abandono que sufren las víctimas - particularmente en materia de salud mental -, la situación es escandalosa.

Un abrazo,
Gonzalo.

Anónimo dijo...

Me imagino que debe resultar difícil para muchas personas imaginar que hubo violación de los derechos humanos hacia las minorías étnicas de nuestra país; cuando ni si quiera se las conoce. Si no se conoce, mucho menos se puede valorar.

Combatir la indeferencia es una tarea más que pendiente.

Gonzalo Gamio dijo...

Completamente de acuerdo. sin reconocimiento de la igualdad y de las diferencias - sin contacto intercultural - no es posible la valoración conceta de las culturas.

Incluso más allá del tema intercultural, no se atendió la protección de los derechos básicos de miles y miles de peruanos, indefensos frente a la violencia terrorista y represiva.

Saludos,
Gonzalo.

Anónimo dijo...

Estimado Gonazalo,
Comparto la oportuna tarea de desmitificar los mitos "tranquilizadores". Tal acciòn posibilitarà una memoria: crìtica, y una reflexiòn del porquè de tal violencia y el papel de la sociedad civil y demàs instituciones- en ese contexto- incluida "la iglesia catòlica conservadora". Considero, ya por último, que desmitificar mitos nos aproximarà a una lectura oportuna de nuestra realidad nacional.De hacerlo asì, se configurarà un Perù humano, y sensible por el "otro" a pesar de las diferencias
Atentamente
Henry Arana

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Henry:

Gracias por tu mensaje. Es preciso cuestionar la "historia ofuicial", para rescatar historias fidedignas de la tragedia vivida, en particular prestando atenciòn a nuestros compatriotas que la padecieron, para buscar con ellos justicia y legalidad. Esfuerzos como los de la CVR y Wilfredo Ardito - autor del texto que inspira esta reflexiòn -constituyen un ejemplo de esta bùsqueda ètica y democràtica.

Saludos,
Gonzalo.

Anónimo dijo...

Hola Gonzalo
Por tu intermedio solo quiero preguntar en voz alta, a proposito del comentario de Frank Villegas, si la idea de minorias étnicas es adecuada al Perú. ¿Qué hace a un campesino peruano una minoría étnica? ¿No vivir en un centro urbano, no ser blanco, no hablar español? El asunto es harto complicado: pues no hay etnicidades identificadas e identificables en el Perù, insertadas en el sistema político quiero decir, por el simple hecho de que las etnicidades no estàn resguardadas. Me explico, en EEUU puedo reclamar ser Ojibwe pues eso me puede convenir, pero nadie quiere reclamar ser quechua en un país de denosta a los indios. Y por eso, la inmensa mayoría, es mi lectura, que somos medio, cuarto o tres cuartos indios, jamàs reclamarìamos etnicidad diferenciada. Y somo una inmensa mayoría. Creo que hablar de minorías étnicas afectadas nos mete de nuevo en el enredo de la exculpación que apunta Ardito y comenta tan bien Gonzalo.

Carlos Vargas

Anónimo dijo...

Con respecto a que "ningun ciudadano que se respete tendría que ignorar lo sucedido en Putis" y otros comentarios acerca de la indiferencia en el Perú, creo que, más bien, el por qué de que muchas personas no sepan lo ocurrido en Putis se podría explicar con otra perspectiva. Reconozco que es importante saber estos hechos pues son parte de nuestra historia, pero la mayoría de ciudadanos no se entera de éstos porque simplemente o no tienen acceso al mismo, o no les "sirve" para su vida diaria. Lo anterior te puede sonar algo rudo, pero tampoco es que la gente sea irracional o sin "alma", sino que un gran porcentaje de peruanos están más preocupados en vivir (o, talvez sobrevivir) el ahora que informarse sobre los periodos de violencia que acontecieron hace varios años atrás.Yo misma recien me entero de estos hechos leyendo los periodicos y, es más, conosco a varias personas que no leen las noticias (pese a que éstas sí podrían adquirir facilmente la información sobre estos hechos). Entonces, sí hay indiferencia, pero no es intencional (en todo caso la mayoría no lo es), no es que no tengamos compasión o algo por el estilo. Será un comentario con tintes a lo "costo/beneficio" pero me pareció conveniente abordar este tema por dicho cause pues ayuda a comprender parte de la realidad social.
Saludos,
Natalí C.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Carlos:

Tu punto sobre el problema del término "minorías" y sobre el tema de la valoración del tema étnico me parece sumamente agudo. Es un asunto que hay que discutir en detalle. De acuerdo contigo.

Saludos,
Gonzalo.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimada Natalí:

Muchas gracias por tu comentario. Entiendo tu argumento. Construir ciudadanía implica convertir esta información importante - y lo de Putis lo es, sin duda - en accesible a todos. Allí encuentro una gran responsabilidad en los medios y en la "clase política".

Es realmente amargo que mucha gente no se entere de Putis porque no es "útil" para su vida. Es cierto que la mayoría de los peruanos concentra sus energías en vivir, o en sobrevivir - como agudamente señalas -, y eso se debe en parte por las profundas formas de injusticia social existentes en el Perú....no obstante, no será posible construir ciudadanía democrática sin involucrarnos con esas otras vidas que sufren.

Es muy importante el tema de la racionalidad que has tocado. Como se sugiere en tu comentario, hay que salir del esquema puramente instrumental. Me ocuparé de este tema pronto.

Saludos,
Gonzalo.

Daniel Salas dijo...

Hola, Gonzalo:

Que personas menesterosas que tienen mayores preocupaciones no tienen cómo enterarse de ciertas cosas puede ser explicable. Sin embargo, Susana habla de estudiantes universitarios, es decir, personas en quienes la vocación de conocer debería ser la primera. En Estados Unidos, he conocido muy pocos estudiantes que supieran que Panamá era una provincia de Colombia. La gran mayoría cree que el canal se construyó sin ningún costo político. Conocí una vez un muchacho republicano muy inteligente y enterado de política, que no sabía quién era el general Marshall y por tanto no sabía lo que era el plan Marshall (tal vez se le pasó el detalle de "Saving Private Ryan"). No estamos hablando del conocimiento de clásicos griegos, sino de asuntos que directamente afectan la vida contemporánea. En fin, que en la universidad pasen estas cosas es un mal síntoma no de la universidad, por supuesto, sino de la sociedad en la que vivimos. Saludos.

Christian dijo...

Acerca de lo dicho por Carlos Vargas quería alcanzar algunos comentarios sobre el tema de las etnicidades en el Perú: conversando con un amigo abogado con aficiones de historia y antropología, me comentó su idea que en el Perú ha sido, cronológicamente, primero la población indígena, y luego, la población descendiente de indígenas, la que ha querido integrarse a la comunidad dominante en el Perú: españoles, primero, criollos después. La novedosa idea de este amigo, que sólo quedó en una conversación de café, recibió un respaldo académico tiempo después: el historiador boliviano Juan Carlos Estenssoro Fuchs publicó en el 2003 vía la PUCP y el IEP un interesante estudio sobre el proceso de evangelización en el Perú virreinal: "Del paganismo a la santidad. La incorporación de los indios del Perú al catolicismo (1532-1750)". Las tesis de este trabajo es que los indígenas tuvieron un papel activo en la acogida positiva del nuevo culto cristiano y que, más bien, fueron los propios evangelizadores y las autoridades virreinales las que entorpecieron la cristianización de la población andina a fin de mantener la diferenciación entre las comunidades existentes (jurídicamente) en el Perú: la república de indios y la de españoles. Se puede señalar que el mismo fenómeno ha continuado durante la República: la población andina o de origen andino ha procurado integrarse al Perú oficial, que, más bien, ha intentado mantenerse alejado de aquéllos. Esta tesis descarta de plano que la población andina, y por extensión la genéticamente indígena, haya pretendido en el Peru adherirse a un discurso étnico o etnicista.

Saludos
Christian

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Daniel:

Concuerdo contigo. Que gente universitaria ignore lo acontecido en Putis TIENE que preocuparnos. En ese sentido, lo que narra Susana nos inquieta.

Lo que cuentas del joven y el plan Marshall es realmente de Ripley.

Saludos,
Gonzalo.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Christian:

Tu argumento es polémico. Gracias por tu mensaje. Esperemos que genere el debate que amerita.

Saludos,
Gonzalo.

Daniel Salas dijo...

Estimado Gonzalo:

Juan Carlos Estessoro Fuchs es un importante historiador peruano. La aclaración tal vez no sea tan importante porque las nacionalidades son lo de menos. En efecto, uno de los puntos cruciales de su libro es que la evangelización colonial tomó la forma de un "estado de excepción" inacabable, con una meta que nunca se terminaba de cumplir y que permitía mantener las diferencias estamentales. Pero estas ideas no son las únicas. Claramene, los lascasianos no pensaban así.

La idea de que los indígenas no pueden valerse por sí mismos porque no han alcanzado el grado de racionalidad que les permita comprender ciertos valores dominantes (actualmente serían la democracia y la libertad económica) nos persigue hasta hoy. A quienes creemos en estos valores nos toca realizar un intenso trabajo para acabar por siempre con estos prejuicios que, precisamente, obstaculizan el desarrollo de la democracia y de la economía. Hay que hacer comprender a las élites políticas y económicas que el fin del racismo y de la marginación implicará la pérdida de ciertos privilegios, claro está, pero a la vez el surgimiento de un mayor y mucho más provechoso beneficio para todos.

Christian dijo...

Acerca de lo que revelan las fosas de Putis, diré que pueden interpretarse como una manifestación de esta disociación históricamente buscada y mantenida por la población criolla y la andina. Ante la amenaza terrorista el Perú oficial y criollo identificó como enemigo a la población de origen indígena a quien siempre, por otra parte, había considerado como un enemigo. No existía en esa época (a inicios de los años 80), en una época relativamente reciente, una comunidad peruana, ni siquiera una nación. El panorama actual ¿habrá cambiado?

Saludos,
Christian
Chrisotoan

Christian dijo...

Agradezco a Daniel Salas la corrección sobre la nacionalidad del historiador Juan Carlos Estenssoro Fuchs.

Saludos,
Christian

Daniel Salas dijo...

Hola, Christian: suena bien pero hay un detalle que hay que tener en cuenta. La tropa y los oficiales del Ejército rara vez son de origen criollo. No estamos ya en la República Aristocrática. Tampoco podemos ver "lo andino" como un bloque sólido y sin contradicciones. La violencia no puede ya representarse como el conflicto entre hispano-descendientes e indígenas. De hecho, los miembros de Sendero Luminoso eran mayoritariamente andinos y no tenían contemplaciones a la hora de masacrar comunidades andinas.

Gonzalo Gamio dijo...

Interesante diálogo. Coincido con Daniel en la necesidad de combatir esa mirada entre discriminatoria, paternalista, despectiva y perversamente "tutelar" que se ha dirigido tradicionalmente hacia lo andino (Unanue, Riva Aguero, Belaúnde y a veces Mariátegui han incurrido en ello, como ha mostrado Arguedas). Esa penosa actitud ha sido compatible con la violencia.

Es hora de desenmascarar esa posición. Creo que el IF de la CVR, y trabajos de Degregori y Portocarrero han dado un primer paso.

saludos,
Gonzalo.

LuchinG dijo...

Sólo una cosa: no me gusta nada el término "ejecución extrajudicial". "Extrajudicialmente" uno puede hacer muchas cosas: arreglar con el que te chocó el carro o no te pagó las vacaciones no tomadas, por lo tanto no es algo necesariamente inmoral; uno puede "ejecutar" a un asesino, a un tirano o incluso a un traidor a la patria en tiempo de guerra exterior, por lo tanto no es algo necesariamente inmoral; decir "ejecución extrajudicial" reposiciona al asesinato como algo no necesariamente malo. Mejor digamos simplemente "Asesinato".

Christian dijo...

Hola Daniel. Buena precisión la que haces acerca del origen no sólo criollo de la tropa y de los oficiales del Ejército actual y del Ejército de los años 80. Acepto que posiblemente tracé muy gruesamente los lados del conflicto durante la guerra contrasubversiva. Lo hice a fin de subrayar el rechazo de buena parte de la sociedad peruana criolla y filocriolla a lo andino. Dentro de esta línea, lo andino no está libre de contradicciones, como tú bien indicas, y ello enlaza con mi primer comentario. Un buen segmento de población de origen andino se ha aculturado en lo criollo, dando lugar a una nueva cultura, dentro de cuyo imaginario se encuentra el rechazo a lo "indio" por ser "inferior". Es posible que buena parte de la tropa y de la oficialidad de origen andino involucrada en las masacres a campesinos inocentes sea partícipe de esa visión, así como de la militancia y dirigencia de Sendero Luminoso (no olvidemos que buena parte de los dirigentes de SL eran "mistis" o descendientes de "mistis"). Eso puede ejemplificarse en el caso del cholo que "cholea".

Saludos,
Christian

Christian dijo...

Preciso: Entendemos lo andino en términos geográficos, pero existe una diferenciación, al interior de lo andino, de orden socio-racial: "mistis" y campesinos. Los últimos serían identificados con lo propiamente indígena o "indio", lo cholo (en un primer momento) una vez que se migra a las ciudades.

Saludos,
Christian

Charlie Caballero dijo...

Estimado Gonzalo,

un apunte más, entre las posturas a favor y en contra de la memoria historica sobre la violencia del conflicto armado dos investigadores del IDEHPUCP explican la oposicion entre dos memorias:
a) la memoria de la salvacion; defendida por los conservadores, iglesia, fujimoristas y prensa allegada. consiste en afirmar que las FFAA lucharon contra un enemigo y que acudieron al rescate de la sociedad civil incapaz de defenderse en democracia.

b) la memoria de la reconciliación, sostenida por ONGs pro DDHH, CVR, y algunos intelectuales. Consiste en no abdicar de la verdad en nombre de la pacificación para brindar satisfacciones a las victimas de la violencia. No comparte la postura de que el costo social haya sido requisito para la pacificacion.

Obviamente, nosotros nos encontramos en la orilla opuesta de a)
Es un apunte que valia la pena comentar.

un abrazo

Gonzalo Gamio dijo...

Gracias por tu mensaje. De acuerdo contigo. Lo único que yo objetaría es el uso del término "memoria de la salvacion" para el tema de la impunidad, dado que el tema de la salvación es importante para muchas religiones, incluido el cristianismo. Y el cristianismo por definición no defiende la impunidad.

¿Cuál es el título de la investigación?

Saludos,
Gonzalo.