jueves, 31 de diciembre de 2015

OPINIÓN PÚBLICA Y CALIDAD DE LA POLÍTICA. APUNTES








Gonzalo Gamio Gehri

El nivel de la discusión política en el Perú es realmente deplorable. Salvo algunos académicos y columnistas rigurosos – y una minoría de políticos -, no existe un genuino interés por construir una real esfera de opinión pública.

Se trata de un conjunto de espacios deliberativos  – tanto presenciales como virtuales, se diría hoy – para la formación del juicio ciudadano en torno a asuntos comunes; el planteamiento de cuestiones a ser discutidas en el sistema político, la pertinencia de determinadas leyes, decisiones, políticas públicas e instituciones,  Son temas a examinar y discutir por parte de los ciudadanos. Los foros de la sociedad civil y los escenarios  comunicativos se plantean como  parte de estos espacios. El tipo de discernimiento cívico que se cultiva en tales foros contribuye a desarrollar mecanismos de vigilancia del poder que son cruciales para la democracia. Una sociedad libre necesita una esfera de opinión pública informada y dispuesta a producir y a evaluar críticamente argumentos que configuran consensos y expresan disensos en torno a asuntos de interés público.

 La calidad del debate político depende en parte del modo como los medios enfocan el fenómeno político. Aun cuando las redes sociales se van fortaleciendo como foros de deliberación cívica, para muchos peruanos, los medios de comunicación de masas constituyen el canal a través del cual se lleva la escena política al escrutinio ciudadano. La columna de opinión – salvo excepciones importantes, repito – es un género verdaderamente penoso en el país, particularmente (pero no exclusivamente) en la prensa del grupo mediático más poderoso.  La pobreza en el nivel de la investigación y la redacción, la nula inquietud por la elaboración de argumentos, el cultivo del agravio y la descalificación fácil, así como el inconsciente recurso al uso de falacias caracterizan el trabajo de muchos columnistas locales. La preocupación por la verdad brilla por su ausencia. La pluma se convierte en un vulgar instrumento de agitación y propaganda. La estigmatización ideológica de la que hablaba en el texto anterior es una de sus más burdas armas.

La única forma de contrarrestar esta penosa y funesta situación consiste en potenciar espacios de información  y deliberación alternativos, como las redes sociales, entre otros. Cuestionar esas voces torpes e irresponsables expresando argumentos sólidos. Sin una esfera de opinión pública seria y lúcida, estamos expuestos a la manipulación y al lobbismo mediático. Si los medios renuncian a formar el juicio ciudadano en democracia, pueden convertirse muy fácilmente en meros instrumentos para el uso del poder en su sentido más desencarnado y negativo.










lunes, 28 de diciembre de 2015

LA IZQUIERDA, ESA HEREJÍA









UNA BREVE NOTA SOBRE POLÍTICA Y ESTIGMATIZACIÓN  IDEOLÓGICA




Gonzalo Gamio Gehri

Últimamente un sector dominante de la autodenominada  “clase política” y buena parte de los medios de comunicación han ido difundiendo un discurso plano y monocorde, bastante caricaturesco: la raíz de los  grandes problemas del país es fundamentalmente de naturaleza 'ideológica'.  No es la pobreza, la exclusión social y política, la fragilidad del sistema político, la presencia del tráfico de drogas en la política, la seguridad interna o el imperio de la corrupción. Es un sistema de ideas que habría causado mucho daño a través de sus militantes y usuarios intelectuales. Un grupo de gente ha intentado erosionar el mercado libre – el reducto último de la racionalidad y de la distribución justa de los bienes sociales -, ha promovido el colectivismo y el odio en todas sus formas. Sí, para estos personajes,  la izquierda habría impedido sistemáticamente el camino del Perú en la senda del progreso.

Algunos columnistas, movilizados por un gran entusiasmo, han recomendado la lectura obligatoria en los centros educativos de un reciente best seller con el objetivo de combatir la proliferación de esa suerte de perturbación intelectual o enfermedad del espíritu. Unos cuantos datos susceptibles de debate y algunas ironías parecen ser suficientes para refutar a las izquierdas ideológicas: allí hay probablemente un tema de discusión conceptual no del todo examinado. He leído algunos artículos en portales de opinión en los que se destaca la figura de Donald Trump y Marine Le Pen como políticos ejemplares, de “buena línea”  - pese a esgrimir un  programa racista e intolerante -, sin enfrentar mayores críticas de los lectores, pero en los que se condena la agenda secular o no-religiosa de un sector de la izquierda peruana en temas de educación y derechos individuales. Increíble. Un macartismo realmente delirante se cultiva en aquellos espacios. Se percibe un auténtico espíritu de ortodoxia que se organiza buscando herejes. Estos personajes se han dedicado a la empresa antiliberal de extirpar idolatrías.

Ese tipo de actividades degradan el debate público y envilecen la política. De hecho, minan la configuración de una opinión pública rigurosa, que es fundamental para la democracia. Resulta claro que la caricaturización se cultiva por los diversos frentes del espectro político, pero hoy existe una estrategia de demolición bastante identificable contra cualquiera que no comparta cierto imaginario  conservador en política y mercantilista en economía (necesidad de "mano dura", "instituciones tutelares", omnipotencia del mercado, silencio oficial en temas de DDHH, etc.). Creo que con frecuencia los grupos de izquierda han alimentado esta caricatura y se han prestado a esta clase de simplificaciones, gracias a su irresponsabilidad, su escasa capacidad para repensarse a la luz de los sucesos de 1989, entre otros errores de diversa índole. El panorama presente es elocuente. Unas organizaciones de izquierda desunidas, divididas en torno a su valoración de la democracia, alejadas de las bases populares que otrora ayudaron a movilizar y a cohesionar. He señalado más de una vez aquí que la democracia peruana requiere de una derecha y de una izquierda liberales, respetuosas del Estado de derecho, el pluralismo y de los principios de justicia y del desarrollo humano. Por ello me molesta la caricatura que los numerosos censores mediáticos  - que escriben desde esa prensa que sólo reconoce cinco candidatos en la contienda electoral - hacen de la izquierda como un círculo de “retrógrados”, “dogmáticos” y “comechados”, que constituye el corazón de aquel mensaje recurrente ¿Qué ha pasado en el Perú de estos años para que estos calificativos insultantes puedan pasar como ‘análisis político’ en los diarios, en la radio y en la TV?

Me preocupa también que se ignore la amplia gama de las “izquierdas” y se omita toda referencia a sus profundas divergencias de ideas y proyectos políticos. Para ellos, todas son lo mismo. Desde las diferentes formas de marxismo hasta la socialdemocracia y los defensores de la democracia deliberativa. Desde los que cuestionan la economía de mercado hasta los que intentan articular los principios del liberalismo político con la preocupación pública por los derechos vinculados a la identidad de género y cultura, y el respeto de la naturaleza. Esas izquierdas liberales no son teóricamente marxistas ni plantean una estrategia revolucionaria en un sentido ortodoco, pero son reiteradamente estigmatizadas como "comunistas camuflados", “extremistas”, o incluso como “filoterroristas”. Para esos “críticos” importa poco que esas etiquetas sean absolutamente falsas y enmascaradoras. El asunto es que la estigmatización sea “política” y “mediáticamente” eficaz. La idea de que los problemas del Perú son cuestiones de doctrina es obviamente ridículo. Los bullies ideológicos conservnadores asumen dogmáticamente la convicción de que, una vez erradicada la izquierda política, la comunidad podrá convertirse en una sociedad libre y próspera; ciertamente, así pensaban los extirpadores de herejías respecto del futuro de las naciones de la cristiandad en los terribles tiempos de la inquisición.

Tampoco importa que muchos de los juicios históricos que emiten los “censores” políticos y mediáticos sean falsos o no hagan referencia a hechos relevantes. No importa que las izquierdas hayan tenido un rol significativo en las luchas por la defensa de derechos sociales – junto a otras fuerzas políticas, es cierto -, o que durante el conflicto armado interno, entre los miles de mártires de la violencia terrorista, encontremos a numerosos militantes de izquierda. Esta corriente de opinión de tonalidades macartistas está elaborando una burda historieta acerca de nuestra etapa republicana. Es preciso recordar que – si lo que queremos es edificar una sociedad políticamente seria -, nada positivo puede ser construido sobre la base de la simplificación. En lugar de postular una narración política maniquea y sin matices, es preciso pensarnos como una sociedad en la que diversas voces ideológicas puedan encontrar espacios para expresar sus ideas y polemizar en un marco de libertad y respeto.



  

viernes, 25 de diciembre de 2015

NAVIDAD




Gonzalo Gamio Gehri

La Navidad – más allá de su fundamental sustancia religiosa – es una fecha para la reflexión. Uno se pregunta por la sede de significado de las cosas, y por la orientación de la vida. Es una celebración sobre el Nacimiento, y uno se pregunta qué ha nacido en la propia mente y en el propio corazón, Es una celebración del afecto, de las conexiones entre los seres humanos, aquellas que forjan aspectos centrales de tu identidad. Es para todos los cristianos la rememoración del natalicio de Jesús. El niño que nación en un pesebre y predicó entre los hombres el amor radical por el prójimo, el prójimo que habita en cada persona.

Una dimensión básica del ágape es su gratuidad. Las cosas más trascendentes en la vida son gratuitas. La cultura popular actual impide a menudo ver aquello que es gratuito, aquello que no implica la negociación, el intercambio o el cálculo estratégico. Esto no es fácil de percibir en tanto se ha pretendido convertir estas fechas en ocasión para hacer negocio y hacer obsequios. Jesús dedicó su vida a los demás sin esperar nada a cambio. Entregó su vida gratuitamente en la cruz. Entregar la vida así, se ha dicho, es el secreto del ágape.

Mi padre me ha dicho que el madero más importante del cristianismo es el del pesebre. Estoy de acuerdo con él. Celebrar el Nacimiento de Jesús implica celebrar la posibilidad de nacer de nuevo y acoger la impronta del ágape – lo divino, en cierto modo - en cada uno de nosotros.

Una Feliz Navidad a todos.

domingo, 20 de diciembre de 2015

DEMOCRACIA Y FORMAS DE VIDA ÉTICA (ESQUEMA)




Gonzalo Gamio Gehri

I.- PEOBLEMAS CON LA DEFINICIÓN
1.- Distancia respecto de una definición literal. ‘Pueblo’.
2.-  Forma de vida en común marcada por la distribución del poder.

II.- HRENCIA LIBERAL.
1.- Sistema de derechos individuales. Idea de dignidad.
2.- Mecanismos de representación pública.
3.- División de poderes en el Estado.
4.- Separación de esferas de vida social.
5.- Pluralismo razonable.

IV.- HERENCIA CLÁSICA
1.- Individualismo y pérdida de libertad pública.
2.- Ciudadanía como agencia política.
3.- Ética pública y deliberación.
4.- Noción de injusticia pasiva.
5.- Espacios de ciudadanía. Sistema político y sociedad civil.

V.- DEMOCRACIA, JUSTICIA Y DESARROLLO HUMANO
1.- Florecimiento humano no es sólo desarrollo económico.
2.- Enfoque de capacidades. Razón práctica y afiliación.
3.- Capacidades y derechos.
4.- Desarrollo y pluralismo.
5.- Discurso y política. Valores públicos y estipulación.


OTRO ENSAYO SOBRE RELIGIÓN Y POLÍTICA





Gonzalo Gamio Gehri


En estos últimos días ha sido publicado el último volumen de los Cuadernos de Ética y Filosofía Política,  en el que aparece un texto mío denominado ¿Qué es un Estado laico?, que profundiza  en el tema de la secularidad política y la neutralidad estatal en cuestiones religiosas. Se trata de una defensa de la laicidad en sentido liberal, y una crítica de la ambigua tesis de una “laicidad positiva”. El artículo tiene una parte conceptual y otra centrada en el caso peruano, en el nivel de la crítica de algunas tradiciones locales. Hace un tiempo que estoy dedicado a examinar estoy temas, así que he estado publicando varias cosas sobre las concepciones y desafíos que se plantean a una sociedad pluralista en estos asuntos de religión y política.


lunes, 7 de diciembre de 2015

SIN AUTONOMÍA NO EXISTE CIUDADANÍA. APUNTES ACERCA DE UNA DISCUSIÓN INCONCLUSA





Gonzalo Gamio Gehri


Hace una semana, participé en un conversatorio organizado por la UARM y por CEPLAN sobre las perspectivas en torno a la sociedad y el Estado peruano para el 2030. Un evento interesante que congregó a académicos y a funcionarios públicos. Un equipo de CEPLAN expuso los lineamientos de una investigación rigurosa y aguda que despertó interrogantes y buenos comentarios. No voy a revelar detalles del mismo, sólo destacar un tema que motivó mi intervención.

Entre los múltiples puntos que generaron mis comentarios – la mayoría altamente positivos, pues se trataba, repito, de un buen trabajo -, llamaba la atención de la alusión en el documento a términos discutibles como “valores” y “antivalores”. Planteé que estos términos provenían de una versión autoritaria de la pedagogía moral, que reducía la ética al asunto de la inculcación y aplicación de los “grandes valores”, cuyo examen racional se convertía en una tarea de segundo orden. Contrapuse a esa versión conservadora la propuesta de una “ética de la deliberación” centrada en la formación de la razón práctica, el discernimiento de los principios, argumentos y hábitos emocionales que requiere cualquier visión de la rectitud y de una vida plena. Esquilo, Sófocles y Sócrates están entre sus cultores clásicos, entre los modernos – con sus elementos propios -, están Kant y Fichte, quienes desarrollaron la idea ilustrada de “autonomía”; en la actualidad, evoqué la preocupación de Sen y Nussbaum por el cultivo de la capacidad de “agencia” o de “razón práctica”. Más allá de la discusión terminológica, no se puede negar que existen vínculos poderosos de continuidad entre la idea de discernimiento, vida examinada, autonomía y agencia. Se trata de determinaciones de la idea concreta de libertad personal.

Argumenté que, si lo que buscábamos para el Perú rumbo al Bicentenario es la formación de ciudadanos con juicio propio y capacidad de vigilancia del poder, necesitábamos promover una “ética del discernimiento”, basada en la autonomía pública y privada, en el ejercicio de la razón práctica. Se trata, como digo,  de formas fundamentales de libertad. De lo contrario, podríamos permanecer sumergidos en las redes de tutelaje que sólo producen súbditos que anhelan asumir una “doctrina verdadera” y aderezar el festín del caudillo que prometiese “mano dura”, una vez más. Esta idea supone una propuesta educativa que intenta convertir la escuela en un espacio democrático.

Me sorprendió la reacción de un connotado psicólogo social que reaccionó frente a mis palabras defendiendo la “educación en valores”. Su argumento era que “estaba demostrado” – en realidad, no acompañó esta aseveración con material alguno – de que la “ética de la deliberación” era ajena a nuestra “idiosincrasia”, y que la “autonomía” y la “competencia” eran “valores foráneos”, “anglosajones”, que no contribuían a la cohesión comunitaria. Los funcionarios  encargados señalaron que ya no había tiempo para discutir este punto (¡Pese a su gravedad!), y yo me quedé con varias cosas que decir, y, debo confesarlo, bastante sorprendido. Todavía lo estoy.

Me llama la atención que se sindique sin más la idea de “vida examinada” como exclusivamente occidental, no considerando en absoluto sus desarrollos en el pensamiento indio, chino, entre los mongoles y árabes. Resulta increíble asociar sesgadamente la “autonomía” con la “competencia”, soslayando la importancia de la autonomía pública como base de la cooperación social (Tocqueville, Mill, Dewey, Habermas y Rawls, para empezar). Es evidentemente falso identificar el principio de autonomía con el atomismo social. Pero más extraño aún me resultó que mi interlocutor no reconociese el carácter falaz de su argumento. Supongamos que la idea de autonomía fuese  originalmente “anglosajona” (que no lo es); eso no la convierte en socialmente fragmentadora, o defectuosa, o en impertinente. Incluso si fuese foránea ello no compromete su validez, o su relevancia para la ciudadanía democrática. La “tradición autoritaria” ha estado presente en diversos episodios de nuestra historia, y encontramos diversas razones para juzgarla funesta e injusta. 

Espero encontrar el contexto en el que esta discusión pueda formularse como se debe, dada su significación. Dedicar más tiempo a escribir sobre este asunto. Me quedé pensando que a menudo muchos de nuestros académicos son condescendientes con diversas especies de tutelaje, acaso sin reparar en el profundo daño que ese modo de vida – público y privado – genera en nosotros. Aún me llama la atención la “naturalidad” de la réplica, como si se invisibilizaran sin más las formas de opresión y servidumbre que genera la erosión de la idea y la valoración crítica de la libertad. No ver este asunto como problemático resulta sumamente extraño.

jueves, 3 de diciembre de 2015

LA IMPORTANCIA DE LA SOCIEDAD CIVIL










Gonzalo GamioGehri

Conocida es la definición aristotélica del ciudadano como aquel que gobierna y a la vez es gobernado[1]. El ciudadano participa de la práctica del poder en la medida en que interviene en la elección de las autoridades y en tanto se compromete en el proceso de deliberación en el espacio común. El autogobierno es la condición de la ciudadanía en una pólis genuinamente libre.

El mundo moderno ha producido sociedades más extensas y complejas, que dificultan el ejercicio de la política en el preciso sentido en el que lo comprendían los antiguos atenienses. El trabajo se ha convertido en una actividad que rivaliza con la política como práctica constitutiva de una vida lograda. El mercado convoca tanto a las personas como el espacio público. Para quienes encuentran en el quehacer político el trasfondo de una peculiar vocación, la participación política exige intervenir en calidad de funcionario público o como militante de un partido político. Cabe preguntarse qué alternativastiene el ciudadano independiente si se propone actuar como un agente político en el citado registro clásico. El dilema que los agentes deben afrontar consiste en encontrar otros espacios de acción cívica, o en renunciar a ejercitar el poder, más allá del acto de votar cada cierto tiempo.

La sociedad civil reúne un conjunto de espacios abiertos a la deliberación de los ciudadanos en torno a temas de interés público. Se trata de instituciones intermedias – situadas entre los individuos y el Estado – que se constituyen como lugares para la construcción de opinión pública y la vigilancia del uso del poder gubernamental y parlamentario. Desde sus fueros se discute la pertinencia de determinadas leyes e instituciones, así como se evalúa la posibilidad de incorporar en la agenda política ciertos temas que preocupan a los miembros de la comunidad. Las universidades, los colegios profesionales, las Organizaciones No Gubernamentales, los sindicatos, las asociaciones religiosas, y otras instituciones forman parte de la sociedad civil.Se trata de foros desde los que puede pensarse la sociedad y sus problemas, así como discernir caminos posibles para la acción común. Causas relevantes para la vida social como la defensa de los derechos humanos, el cuidado del ecosistema o la promoción de una pedagogía intercultural en el país han sido discutidas y cultivadas desde la sociedad civil.

El sistema democrático requiere – para gozar de una buena salud - contar con partidos políticos sólidos, pero también necesita el concurso de una sociedad civil organizada. Los agentes no actúan desde esas instituciones sociales en calidad de representantes, sino como ciudadanos comprometidos con bienes comunes y con el cuidado de las libertades básicas. Ellos participan directamente en la discusión de asuntos de interés colectivo y se movilizan para hacer llegar sus propuestas e iniciativas a las instancias del Estado, o pedir cuentas a las autoridades elegidas en materia de su labor y responsabilidad pública. Los ciudadanos que actúan de esta forma no precisan de otra fuente de legitimidad que el estricto ejercicio de sus derechos.

Resulta evidente que las organizaciones de la sociedad civil pueden enfrentar procesos de crisis y degradarse. Toda institución está expuesta a esa clase de peligros. Pensemos en algunos ejemplos. Las universidades pueden organizarse invocando una estructura meramente  empresarial y anteponer la búsqueda del lucro a la formación científica y así renunciar a sus propósitos internos. Las comunidades religiosas pueden prohibir a sus miembros el examen crítico de sus tradiciones e incitar a sus adeptos a asumir una perspectiva integrista. Los sindicatos y los colegios profesionales pueden corromperse y ser controlados por una cúpula inescrupulosa y violenta.  En todos esos casos, las organizaciones pierden su condición de ser foros de discernimiento colectivo. No obstante, ellas pueden prevenir estos males alentando las prácticas deliberativas como elemento básico de su funcionamiento, promoviendo la crítica y proyectando sus acciones hacia la comunidad política.La sociedad civil constituye un escenario privilegiado para el control democrático del poder. El autogobierno se convierte en una meta razonable de la vida pública en la medida en que logramos potenciar estos espacios intermedios como escenarios para la acción común.


(Aparecido hoy en la columna virtual La periferia es el centro del diario La República).



[1] Cfr. Política 1277b 10.

lunes, 30 de noviembre de 2015

UNA NUEVA PUBLICACIÓN SOBRE DEMOCRACIA LIBERAL, DIVERSIDAD Y ESTADO LAICO







Gonzalo Gamio Gehri



Ha aparecido en el volumen más reciente de los Cuadernos de Ética y filosofía política de la Asociación Peruana de Ética y Filosofía Política un texto mío titulado ¿Qué es un Estado laico?  Allí defiendo el concepto liberal de Estado laico y libertad religiosa,  en contra de la idea conservadora de una “laicidad positiva”. El documento discute el predicamento del Estado peruano y la sociedad frente a esta discusión. Se examina la discusión en la UNMSM en torno al uso de espacios de la Universidad para festejar la Navidad, una polémica que – a pesar de su carácter puntual – ha puesto de relieve las ideas de fondo sobre la relación entre la democracia y la “neutralidad” en materia religiosa.

jueves, 26 de noviembre de 2015

EL TEMOR A LOS GRISES, OTRA VEZ. UNA NOTA MÁS SOBRE EL “RELATIVISMO”





Gonzalo Gamio Gehri


Siempre me ha parecido que los conservadores locales han basado buena parte de sus consignas en falsos dilemas. En particular, en un falso dilema moral. O asumes una perspectiva moral definitiva e incorregible – generalmente religiosa – o incurres en el relativismo.  Richard J. Bernstein ha señalado que es común entre los espíritus animados por una vocación integrista suponer como válido el esquema “o esto o esto otro”, una oposición sin matices. El autor añade que, a pesar de que muchos de estos ideólogos rechazan en bloque la cultura moderna, comparten la “ansiedad cartesiana” por erradicar la duda de sus vidas.

Me llama la atención la obsesión que algunos de estos activistas tienen con el "relativismo". Casi nunca lo definen, pero presuntamente es la causa de todos los males de nuestro tiempo. Se traduce en incredulidad e “indiferentismo” (¿?), dicen. Lo curioso es que después de la acerada crítica platónica del pensamiento de Protágoras en el Teeteto, nadie afirma que “cada ser humano sea la medida de todas las cosas”.  De hecho, resulta obvio que el propio Protágoras no pensaba así, y que suscribía más bien una lectura antropomórfica (o “humanocéntrica”) del saber, por así decirlo. El sentido de las cosas es inmanente a nuestra radicalmente humana capacidad de interpretar o de concebir esas cosas. Todo saber es antropomórfico.  La figura de un “relativismo individual” parece ser una estratagema de Platón para ridiculizar al célebre sofista.

En un ensayo de 2007 he discutido en detalle en qué medida el relativismo constituye una etiqueta vacía. Aquí sólo hago un comentario general acerca de esas ideas. Nadie realmente asume las dos afirmaciones básicas del relativismo: a.- No existe forma alguna de parámetro moral que trascienda las percepciones, las preferencias  y las elecciones del individuo. Los valores que le otorgan significado a la vida son fruto exclusivo del arbitrio individual. b.- Nadie ‘tiene derecho’ a juzgar los valores de los demás o a intervenir en sus planes de vida sin el consentimiento de los involucrados. En la práctica, cuando alguien suscribe un modo de vida no está dispuesto a aceptar que “toda manera de vivir es igualmente válida”. Por lo general, está presto a debatir con quien descalifica su estilo de vida o lo cuestiona. Si está dispuesto a argumentar en favor de su elección, considera que existe un parámetro que trasciende las meras preferencias y percepciones. Argumentar implica ingresar a un espacio que trasciende el mero yo y su parecer. No hay aquí “relativismo”, en sentido estricto.

La acusación de “relativismo” funciona como una estrategia retórica para descalificar al rival en un debate ético y político. Si no compartes mis creencias (morales, religiosas o antropológicas) eres un relativista, así se presenta dicha estrategia en la polémica. Si un grupo de gente no piensa como yo o como nosotros – suelen decir – es porque vivimos una “crisis”, se ha desencadenado el “nihilismo”, etc. No se toman el trabajo de sustentar su visión de las cosas usando argumentos. Se remiten a una “edad de oro” en la que todos pensábamos igual, supuestamente antes de la modernidad.  El cuidado del pluralismo y la disposición a argumentar en el espacio público les parecen prácticas que le restan brillo a la única verdad. Eso también les suena a “relativismo”.

Por supuesto, la realidad es más compleja que lo que aquellos supuestos pretenden describir sin reconocer matices. Pensar la ética y la política con seriedad implica renunciar a esas groseras etiquetas. El respeto de la diversidad constituye un valor crucial en la cultura democrática. Debemos combatir el temor a los diversos tonos de gris.






miércoles, 18 de noviembre de 2015

EL INTEGRISMO Y LOS CRÍMENES DE ODIO





Gonzalo Gamio Gehri

Los sucesos del último 13 de Noviembre en París han conmovido al mundo entero. Un grupo de militantes del Estado Islámico abrieron fuego contra ciudadanos inocentes que sólo buscaban pasarla bien y en paz en la ciudad. Los terroristas actuaron con suma crueldad, enarbolando, una vez más, los estandartes de una ideología feroz que pretende hacerse pasar por una confesión religiosa. Aniquilar al otro por su origen cultural o geográfico, porque no comparte una herencia religiosa o un ideario político, constituye en sí mismo un acto criminal repudiable, contrario a la razón y a la sensibilidad humana más básica. Millones de ciudadanos han expresado su solidaridad con el pueblo francés y con las personas afectadas, y han condenado estas acciones con firmeza.

Es preciso no confundir la religión con el integrismo, aquella actitud que convierte ilegítimamente el propio credo – sea éste espiritual o secular - en la única visión de las cosas, en la suprema verdad que convierte a los demás sistemas de ideas en falsos y perversos, o en relatos parciales y paródicos de la realidad. Para quien cultiva el integrismo, quien piensa de otro modo no es un interlocutor válido con quien hay que dialogar; se trata de un hereje sumido en un error que hay que corregir, o se trata de un enemigo al que hay que combatir sin piedad. A los ojos de los integristas, la tolerancia y el cuidado del pluralismo son expresiones de debilidad moral o constituyen síntomas de un “relativismo” que les resulta inaceptable. El Islam es – si atendemos a sus textos, así como al legado de sus teólogos y de sus místicos – una religión basada en el amor y  en el cuidado compasivo del otro. El integrismo pervierte  sus raíces y trastoca irremediablemente sus valores. Haríamos mal en identificar las creencias de los musulmanes con la funesta prédica de odio y muerte que difunde el Estado islámico.

Es importante recordar esta distinción - crucial en términos éticos y culturales -, en la medida en que las reacciones frente a estos crímenes de odio podrían propiciar el fortalecimiento de las posiciones más duras y beligerantes en Europa. Los sectores ultraconservadores van a invocar un “espíritu de cruzada” que intentará hacer del Islam la mera encarnación del mal y que exhortará a los Estados occidentales a deshacerse de los refugiados de Siria que con tantas dificultades han acogido; ellos son en su mayoría personas que han arriesgado sus vidas para huir del terror. La tentación consistirá en  combatir el integrismo musulmán fortaleciendo la agenda del integrismo local, aquella ideología que sindica a los extranjeros como potenciales “delincuentes” y “terroristas”. Europa debe tener en cuenta que combatir al Estado islámico y al terrorismo internacional no debe implicar estigmatizar al Islam.

Es hora de actuar con firmeza y coraje contra el agresor, pero también con lucidez y sentido de justicia frente a quienes siendo ciudadanos inocentes, podrían ser víctimas de la discriminación y la violencia de quienes pueden obrar conforme a la lógica de una generalización malsana que convierte a todo musulmán o árabe en sospechoso de terrorismo. No debemos olvidar el legado pluralista de la cultura de los derechos humanos, que ha influido decisivamente en las democracias contemporáneas. Los terroristas pretenden “agudizar las contradicciones”, propiciar el imperio de la violencia; el Estado islámico se propone lograr que la comunidad internacional asuma esa misma vocación destructiva. Sin embargo, la represión indiscriminada es una tentación a la que no debemos ceder, pues tenemos un legado espiritual que defender, el de la Ilustración y su compromiso con la libertad, la igualdad y la fraternidad. Se trata de la herencia espiritual de Locke y Voltaire, un modo de pensar y de sentir que vale la pena asumir a toda prueba. No vaya a pasar que – como relata agudamente Borges en Deutsches Réquiem – acabemos reproduciendo la actitud que rechazamos en el otro, y que hemos jurado enfrentar en los múltiples escenarios de la vida.






jueves, 12 de noviembre de 2015

"DEMOCRACY, CULTURE, CATHOLICISM": UNA RECIENTE PUBLICACIÓN SOBRE FE Y MODERNIDAD POLÍTICA





Gonzalo Gamio Gehri


Acaba de ser publicado por Fordham University Press el libro  Democracy, Culture, Catholicism. Voices from tour continents, editado por Michael J. Schuck y John Crowley-Buck. El libro recoge las investigaciones de intelectuales provenientes de Estados Unidos, Lituania, Indonesia y Perú, que discuten acerca de la relevancia de las creencias católicas para el pensamiento y el cuidado de la democracia en el siglo XXI. Estos estudios fueron presentados originalmente en un Congreso celebrado en Roma en el año 2012, organizado por el Joan and Hill Center for the Catholical Intellectual Heritage de Loyola University. Por el Perú – a través de la Universidad Ruiz de Montoya – intervinimos Oscar Espinosa, Soledad Escalante, Jorge Aragón, Juan Carlos Díaz y quien escribe estas líneas.


En dicho volumen figura mi ensayo Catholicism and the Struggle for Memory. Reflections of Peru, una investigación filosófico-cultural en torno al debate generado al interior del sistema político peruano, la sociedad civil y la Iglesia católica en torno al conflicto armado interno durante la elaboración y la posterior publicación del Informe Final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR). El texto se centra en los puntos de vista de aquellos intelectuales y actores sociales que invocaban su filiación católica como un elemento importante para su participación en este intrincado debate. Se contrasta la posición de progresistas y conservadores frente al IF-CVR, de cara a los documentos eclesiales sobre temas de memoria, profecía, justicia y derechos humanos.

Iré comentando algunos ensayos del libro en futuros posts de este blog.


viernes, 30 de octubre de 2015

LA VERDAD Y LA COMISIÓN





Gonzalo Gamio Gehri

Hace unos días, en una entrevista publicada en El Comercio, Víctor Andrés García Belaúnde señala con cierta irritación sus desacuerdos con la CVR. Indica que intentó convencer al ex presidente Paniagua de la presunta inconveniencia de formar una Comisión de la Verdad. Deslizó la idea de que  ex presidente Belaúnde sostenía que “la verdad no requiere de comisiones”. Incluso afirmó de manera irresponsable en torno a la cifra de muertos y desaparecidos que la CVR habría establecido que  “(los comisionados) hablan de 69 mil muertos, ¿dónde están las partidas de defunción de esas personas?”.  García Belaúnde aparentemente no tiene idea de la penosa situación de indocumentación que padecen tantos peruanos, aún hoy, en lugares a los que el Estado no llega, por cierto, los mismos lugares que años atrás sufrieron la violencia terrorista y represiva. El papel lo aguanta todo. Salomón Lerner Febres ha respondido con justicia y severidad los infundios del congresista en su columna en La República.

Llama la atención que García Belaúnde esté tan poco informado acerca del importante trabajo en las audiencias públicas y las diecisiete mil de testimonios recabados por la CVR en zonas altoandinas y amazónicas: escuchar la voz de las víctimas constituye una condición esencial en los procesos de justicia que emprende una Comisión de la Verdad. Tampoco examina con un mínimo detenimiento las conclusiones del documento. El Informe Final – lamentablemente – ha sido muy mal recibido por nuestra autodenominada “clase política”, que no lo ha leído ni examinado. Ello explica la  inocultable ignorancia que exhibe el congresista al declarar a la prensa sobre esta materia.

Curioso que el legislador sostenga – amparándose en una supuesta aseveración del antiguo caudillo de su partido – que la verdad no requiera de ser acometida ni investigada por un grupo de ciudadanos y de especialistas. No es cierto que en la precaria democracia que vivimos en los años ochenta la información sobre lo que acontecía en materia de violaciones a los derechos humanos estuviese simplemente a disposición de los medios de comunicación y de las instituciones de la sociedad civil, como sostiene el parlamentario. En tiempos del segundo gobierno de Belaúnde  tuvo lugar uno de los momentos más nefastos en cuanto a muertes y desapariciones forzadas; obtener información sobre la situación de las víctimas era una tarea difícil y enormemente peligrosa. Lo que dice García Belaúnde al respecto no es verdad.

Las opiniones del congresista de AP convergen perfectamente con la perspectiva del sector más conservador de la política peruana. Ello no nos sorprende, pero no debería llevarnos a pensar que se trata del punto de vista de su partido. Juan Incháustegui – ex ministro y antiguo militante de Acción Popular – escribió elúltimo domingo una cartaLa República, suscribiendo los términos de la columna de Salomón Lerner en la que se critica la escuálida interpretación que esboza García Belaúnde del trabajo de la CVR. La carta destaca la vocación democrática de Valentín Paniagua, así como su convicción de que resultaba positiva la formación de la Comisión de la Verdad. El texto de Incháustegui es realmente contundente.

“Señor Director:

Quiero expresar mi total coincidencia de lo sostenido por Salomón Lernes Febres en la edición del diario La República del día 22 de octubre sobre el trabajo realizado por la Comisión de la Verdad. En primer lugar, como testigo presencial de la preocupación del presidente Valentín Paniagua de la necesidad de conocer la verdad de lo ocurrido durante los años críticos de la irrupción de Sendero Luminoso con su prédica y acción criminal y de su valiente  decisión –sustentada además en los pedidos expresos de los candidatos a la presidencia de esos momentos–  de crear la Comisión, debo decir que tanto el proceso de conformación de la comisión como el respeto absoluto a su independencia, a pesar de las implicaciones que esa determinación pudiera haber generado al gobierno del presidente Belaunde, fueron una prueba fehaciente de la indeclinable vocación democrática de Paniagua que fue siempre superior a cualquier otra consideración política o partidaria. Asimismo, la labor de la Comisión no podría en modo alguno ser tildada de motivación o conducta deshonesta, pues se condujo con total probidad, que además resultaba una consecuencia natural de la calidad moral, de todos y cada uno de sus integrantes.

Juan Incháustegui Vargas. Exministro de Energía y Minas”.


La carta parece una llamada de atención a García Belaúnde por sus destempladas declaraciones en contra de la CVR en El Comercio. En todo caso, se trata de un claro deslinde en torno a la pertinencia de la formación de la Comisión de la Verdad por parte de Paniagua. Es pertinente recordar que se trataba de un gobierno de transición y no de un gobierno de Acción Popular. Las medidas tomadas por Panuiagua estaban orientadas a la tarea de reconstruir la institucionalidad democrática, no en honrar un programe partidario. La creación de la Comisión obedece al desarrollo de un proyecto de política  transicional.




lunes, 26 de octubre de 2015

DOS PUBLICACIONES SOBRE SOCIEDAD LIBERAL Y ESTADO LAICO






Gonzalo Gamio Gehri

En los últimos meses he publicado dos ensayos acerca del vínculo entre sociedad liberal y Estado laico, tema al que he dirigido mis investigaciones más recientes. El primero es un estudio publicado en España – en Miscelánea Comillas, la revista de Ciencias Humanas y Sociales de la U.P. de Comillas -, titulado Libertad de creer. Justicia y libertad religiosa en la sociedad liberal, cuyas bases expuse inicialmente en el último Congreso de ALCADECA celebrado en la PUCP.  Se trata de un ensayo sobre los efectos del pluralismo liberal en la comprensión de las libertades religiosas, en diálogo con el concepto de “estipulación” y con la idea de “pluralismo razonable” en el segundo Rawls, así como la perspectiva crítica de Walzer y Nussbaum.


El segundo es un breve ensayo publicado en el Portal Pólemos, titulado Democracia liberal y Estado laico. Se trata de una reflexión arraigada en el Perú, en medio de una polémica estrícta – de carácter político a la vez que académico – sobre las posibilidades de contar con un Estado aconfesional en el país. Este artículo es fruto de una contribución inicial, publicada en la página virtual del diario La República y de un escrito de este blog

jueves, 22 de octubre de 2015

GENERACIONES, IDEAS Y CONTEXTOS



Gonzalo Gamio Gehri

Toda perspectiva intelectual se nutre de un contexto histórico, social y político. Dicho contexto – movimientos, conflictos sociales, hechos políticos, manifestaciones culturales - no determina la vida del intelecto, pero sí la enmarca y contribuye a hace inteligibles algunos motivos de reflexión y de práctica. El contexto constituye el trasfondo del trabajo del espíritu. No podríamos entender la Ética de Aristóteles sino consideramos el impacto del ocaso de la pólis y el desarrollo y declive del imperio macedónico; sería complicado concebir con claridad los argumentos centrales de la filosofía política de Hegel sin aludir a los conflictos generados en el proceso de la revolución francesa que desemboca en el terror. Hace unos años, Richard Bernstein mostró-  en un agudo estudio sobre el mal - cuán importante había sido la dura experiencia de la guerra civil estadounidense para el surgimiento y desarrollo del pragmatismo. El trasfondo nunca agota el pensamiento, pero sí le otorga un escenario de interlocución y formulación de problemas.

Hace unos días – conversando con Alessandro Caviglia – nos preguntábamos qué acontecimientos históricos y procesos, salvando las importantes distancias, por supuesto, les brindaban un horizonte de preocupaciones, experiencias e interrogantes a los artistas, poetas, intelectuales e investigadores de nuestra generación. Sin dudarlo, respondimos que el conflicto armado interno que desangró al país entre 1980 y 2000, así como el imperio de la antipolítica bajo el régimen de Alberto Fujimori. Los atentados subversivos, la noticia de las acciones delictivas de los grupos terroristas y la represión militar marcaron nuestra niñez, adolescencia y juventud. El hallazgo de fosas clandestinas y hornos crematorios para ocultar restos humanos – entre otras evidencias – prueban que tales expresiones de violencia directa tuvieron lugar. Numerosos estudios han documentado estos hechos, entre ellos el Informe Final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. El desarrollo de la violencia y el terror coexistió con la recuperación de la democracia en 1980, pero también con la instalación de gobiernos que incurrieron en sonoros casos de corrupción, que renunciaron a su misión de proteger los derechos de los peruanos más vulnerables y no tomaron decisiones conducentes a enfrentar estos actos de violencia desde la observancia de la ley y la institucionalidad democrática. Un sector importante de la población estuvo dispuesto a negociar derechos fundamaentales a cambio de “eficacia” en el tratamiento de problemas de seguridad y estabilidad económica. En la década de los noventa el Perú se vio sumido en un régimen autoritario que no dudó en recortar libertades, desmantelar instituciones y comprar conciencias para preservar su poder.

Nuestra generación ya está desarrollando obras en torno a la significación compleja y trágica del conflicto armado interno, su terrible impacto en nuestro país y en sus instituciones. En clave de reflexión testimonial, destacan Diario de vida y muerte de Carlos Flores Lizana, Memorias de un soldado desconocido, de Lurgio Gavilán, y Los rendidos de José Carlos Agüero, entre otros libros importantes sobre la materia. Estos tres textos en particular, constituyen un giro relevante en los estudios sobre la memoria. La relación entre esta difícil etapa de nuestra historia y el desarrollo de la actividad intelectual, así como sus efectos en la vida pública constituye un tema ineludible de reflexión conducente a forjar una compresión más lúcida de nuestra historia reciente. A diferencia de nuestros políticos, periodistas y algunas autoridades sociales – que evitan el tema o lo abordan desde el prejuicio o lamentables lugares comunes -, existe un grupo de ciudadanos que sí consideran fecunda la discusión rigurosa sobre la memoria en el Perú. Sin examinar el pasado, resulta difícil para los peruanos construir un futuro para la sociedad en términos de libertad y justicia.

lunes, 5 de octubre de 2015

¿QUÉ SIGNIFICA ‘RECONCILIACIÓN’ EN UN SENTIDO SOCIAL Y POLÍTICO?






Gonzalo Gamio Gehri

La discusión en torno al cumplimiento de las penas de terroristas ha reeditado la polémica en torno al concepto de “reconciliación”; se ha aludido muchas veces – generalmente de forma imprecisa – al Informe Final de la CVR. Es una polémica importante e intentaré seguir aquí algunos de sus argumentos, más allá de cuáles sean sus fuentes mediáticas específicas, porque estos argumentos han aparecido más de una vez en el espacio público. Entonces los reseñaré de un modo sintético. Diversos periodistas y observadores políticos han sostenido que, en la perspectiva del documento, la reconciliación supondría una suerte de “entendimiento” y de restablecimiento de “buenas relaciones” entre los protagonistas del conflicto armado interno, entre ellos los grupos terroristas. Esta afirmación es notoriamente falsa. El IF-CVR señala que la sociedad peruana es sujeto de reconciliación, en un nivel político, social e interpersonal. Las organizaciones terroristas y aquellos malos agentes del Estado que lesionaron derechos humanos no forman parte del proceso de reconciliación: a ellos les esperan las sanciones que establezca la justicia en el terreno legal.

En esta precaria discusión nacional sobre la “reconciliación” – su pertinencia, legitimidad, su viabilidad – la CVR es el único interlocutor que ofrece una definición de reconciliación. Avanzaríamos un poco más si la examinamos sin distorsionarla, más allá de si pretendemos defenderla o refutarla. El primer paso siempre es reconstruir con rigor un argumento, para luego discutir su validez o pasar al momento de la defensa o al de la crítica. La CVR entiende por “reconciliación” un proceso bastante preciso. Se trata de un proceso histórico que involucra un cambio en las mentalidades, en las prácticas y en las instituciones. No implica la justificación del vencido (¿Cuál sería esta justificación?)  ni alguna forma de “borrón y cuenta nueva”, presente o futura. Tampoco implica “reconocerles razones” a quienes intentaron imponer a sangre y fuego una ideología violenta y totalitaria: resulta claro que el ejerci,cio de la violencia supone renunciar al terreno del intercambio de razones. Resulta absurdo atribuirle a la Comisión propósitos que no se siguen del Informe. Esa no es la forma de entablar un debate fructífero.

La CVR entiende por ‘reconciliación’ el restablecimiento y la refundación de los vínculos fundamentales entre los peruanos, vínculos voluntariamente destruidos o deteriorados en las últimas décadas por el estallido, en el seno de una sociedad en crisis, de un conflicto violento iniciado por el Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso. El proceso de reconciliación es posible, y es necesario, por el descubrimiento de la verdad de lo ocurrido en aquellos años – tanto en lo que respecta al registro de los hechos violentos como a la explicación de las causas que los produjeron – así como por la acción reparadora y sancionadora de la justicia.”[1]
Es cierto que la subversión fue derrotada en el plano bélico, concebido de manera amplia. Una victoria que todos los peruanos debemos celebrar. El cambio de estrategia, el énfasis en el trabajo de inteligencia – en particular el GEIN de la policía -, y la acción de los Comités de autodefensa rindieron sus frutos. Es discutible sostener que se trató en sentido estricto de una victoria exclusiva del fujimorismo. De hecho, el GEIN fue formado durante el gobierno de García, no contó con un gran apoyo durante el régimen de Fujimori, que lo disolvió poco después de que fuera capturado Abimael Guzmán. Debe constar que tal victoria tuvo lugar bajo el fujimorato – hecho que no se puede negar -, pero la historia es más compleja. La investigación política del fenómeno debe tomar en cuenta esta complejidad. De lo contrario, dicha historia resultará simplificada y sesgada.

La reconciliación tiene lugar en el ámbito de las relaciones entre los ciudadanos, las comunidades y las instituciones. Se trata de un proyecto que no puede ser impuesto, sin duda, y que toma tiempo, probablemente grandes extensiones de tiempo. Insisto en que libros como los de Lurgio Gavilán y José Carlos Agüero echan luces sobre las posibilidades y dificultades de la reconciliación. Se trata de responder a la pregunta que se formula como título de este post. El IF-CVR es sólo un interlocutor en esta discusión,  un interlocutor que tiene un buen andamiaje conceptual a su favor. No obstante, este debate puede transitar otros caminos. Si queremos suscitar un debate fructífero sobre este punto, debemos todos abandonar el terreno de los estereotipos usados en la confrontación política diaria, y arribar al terreno de la deliberación pública. La calidad de los argumentos contribuirá a brindarle rigurosidad a la discusión y fortalecerá nuestros espacios públicos.




[1]Comisión de la Verdad y Reconciliación, Informe Final (Tomo I) Lima, UNMSM – PUCP 2004  p. 63 (las cursivas son mías).

miércoles, 30 de septiembre de 2015

MIEDO EN EL AIRE




Gonzalo Gamio Gehri

El cumplimiento de la condena y la salida en libertad del emerretista Peter Cárdenas ha generado un encarnizado debate en la prensa y las redes sociales. Es un tema sensible, por supuesto. Cárdenas ha sido condenado por actos de terrorismo que incluyen crímenes brutales como asesinato y secuestro.

El asunto es que las penas de los condenados por terrorismo están cumpliéndose, y, en términos de lo establecido por la ley, les corresponde salir, ya pagaron su deuda con la sociedad (sin contar con el dinero que deben pagar al Estado por concepto de reparación). Los cabecillas de Sendero Luminoso y del MRTA han sido procesados y condenados en democracia – luego de haber sido juzgados durante el fujimorato sin observar los principios del debido proceso – y se les ha asignado severas y merecidas penas. Algunos morirán en la cárcel. El castigo ha sido proporcional al terrible daño generado en las vidas de nuestros compatriotas. En otros casos, los subversivos que han cumplido sus penas están siendo puestos en libertad. El Estado tendrá que estar atento a sus movimientos - no debe ser ingenuo y fortalecer su sistema de inteligencia -, pero debe cumplirse  lo que indica la ley, sin excepción alguna. 

Un Estado democrático debe articular el combate implacable contra el terrorismo con la observancia de las leyes. ¿Qué vamos a hacer con ellos? ¿Se les permitirá reinsertarse en la sociedad? ¿Se les debería retener en sus celdas? Por décadas, esta clase de preguntas simplemente no se formulaban; aún hoy, si alguien las formula es observado con sospecha. Las reacciones han sido destempladas. Lean por ejemplo el enervado artículo que enlazo líneas abajo, publicado en un portal de derecha conservadora, abundante en adjetivos, del que no puede extraerse ni un solo argumento para la discusión. Este es un tema serio que no debe dejarse en manos de quienes improvisan un discurso estridente y violento. No podemos ceder ante una prédica irresponsable que sólo busca ofuscarnos y suscitar reacciones viscerales sin desarrollar una mínima reflexión. Esto va más allá de cualquier consideración política o de confrontación ideológica: un problema importante como éste no puede ser abordado con este grado de irracionalidad y falta de juicio. Es una lástima que nuestro país no haya sido suficientemente capaz de madurar para afrontar un debate complejo y doloroso, que exige lucidez y rigor. Libros como el de José Carlos Agüero y el de Lurgio Gavilán marcan una pauta distinta en el camino de la reflexión anamnética, más profunda y aguda.

.Un síntoma de la inmadurez de un sector importante de la sociedad es que se va propiciando un clima de miedo para ser aprovechado con fines políticos. La iniciativa Chapa tu choro, las granadas misteriosamente aparecidas en distintos lugares de la ciudad. Ahora, la salida de la cárcel de terroristas ¿Quién gana en este río revuelto? La alternativa de la “mano dura”, a pesar de que la conduce una persona de escasa experiencia política y nula experiencia laboral. Son muchos los que buscan explotar políticamente esta complicada situación. La vuelta de la propuesta fujimorista es alentada por una buena parte de los medios de comunicación y por la mayoría de los líderes empresariales del Perú ¿Debemos ceder al embrujo del miedo y de la visceralidad? ¿Debemos seguir el estribillo que cantan los principales grupos de la prensa nacional? ¿O podemos comprometernos con el ideario democrático que planteó el unspirador camino de la transición hace menos de quince años? Peruano, date un tiempo para reflexionar sobre estos asuntos que preocupan. Seguiremos discutiendo este tema.