viernes, 3 de junio de 2016

EL DEBER POLÍTICO DE DEFENDER LA DEMOCRACIA






Gonzalo Gamio Gehri  [1]



El domingo será un día decisivo para nuestro país. Debemos decidir entre apoyar una candidatura de una extrema derecha conservadora, ensombrecida por un pasado autoritario y corrupto – que cuenta con un presente visiblemente marcado por acusaciones de colusión con el narcotráfico y con el crimen organizado -, y  respaldar en las urnas una candidatura de derecha liberal que ha recogido el anhelo, común a distintos grupos políticos y organizaciones sociales, de preservar la institucionalidad democrática peruana.

La falta de perspectiva de nuestra  autodenominada “clase política”,  la complicidad de un sector importante de los medios de comunicación y de los empresarios, así como la condescendencia frente al autoritarismo que observa una parte de la población peruana, han contribuido a destacar la figura de Keiko Fujimori, aunque se trate de una candidata que cuenta con una escasa preparación y ostenta una cuestionable trayectoria política en diferentes niveles, que incluye un trabajo legislativo lleno de inasistencias y múltiples despropósitos. Algunos periodistas han repetido la discutible suposición de que la hija del gobernante autoritario de los años noventa habría realizado un espléndido “trabajo político”, recorriendo el país y movilizando a la gente desde el 2011. Llamar “trabajo político” al ejercicio del clientelismo constituye un exceso semántico, por decir lo menos. Constituye un error y quizás un intento de infundir confusión describir toda actividad proselitista como una clase de acción política.  Sobre este punto tenemos una discusión conceptual pendiente, urgente.

En las últimas semanas hemos podido verificar la debilidad del programa de gobierno de los fujimoristas, su tardía convocatoria a especialistas que llegaban improvisadamente a sus filas, las investigaciones sobre presuntos vínculos de este grupo político con el narcotráfico y con organizaciones delictivas; el caso Ramírez no es un caso solitario ¿Cómo un grupo político con esas presuntas conexiones podría enfrentarse a la delincuencia? La discutible conducta de Chlimper en cuanto a la entrega de un audio modificado a un medio televisivo nos recuerda la escasa vocación por la transparencia del fujimorismo de los noventa, se trata del empleo de las mismas prácticas de manipulación y encubrimiento de la verdad, así como la misma  pretensión de impunidad. Esos no son signos de cambio, en absoluto. 

Frente a estas acusaciones, Keiko Fujimori ha indicado que no está enterada sobre las actividades y el patrimonio del secretario general de Fuerza Popular y de sus candidatos al Congreso de la República ¿Es ese el “liderazgo” que el Perú requiere? Si no existe claridad ni firmeza en la evaluación y conducción del propio partido, menos podemos esperar que luche contra la corrupción y con el delito en las instituciones del Estado. Ha sido criticable el hecho de que haya buscado forjar alianzas con mineros ilegales, con los reservistas, con sectores cuestionables del sindicalismo local. Los compromisos firmados con algunos grupos evangélicos conservadores son un penoso signo de sumisión de la política frente a la religión, en contraste con una mentalidad democrática liberal, que exige una razonable separación de fueros. Dicha candidatura privilegia el cálculo electoral sobre el cultivo de los principios éticos / políticos. Eso no sorprende. La perspectiva de país que tiene el fujimorismo (desde sus inicios hasta hoy) es antidemocrática y está basada en la valoración inmoderada del uso de la fuerza. 

Defendamos la democracia, una vez más. Existe una opción a la que apoyar, la de la organización política de PPK. No es un tema de odio (es ridículo lo que dicen los paleoconservadores tipo V. A. Ponce o P. Butters sobre este asunto) sino de preocupación por nuestra sociedad. No dejemos que el país se hunda en el pantano de la autocracia y la condescendencia frente a la corrupción. Rechacemos el imperio de la antipolítica que sólo produce lesiones de libertades, así como erosión de la justicia y la realización humana. Combatamos el siniestro slogan "roba pero hace obra", que genera falta de esperanza ante las potencialidades de nuestros ciudadanos y de nuestras asociaciones. A pesar de la auténtica  vulnerabilidad de nuestro sistema político, algo hemos avanzado en esta materia. Hemos combatido la cultura de la impunidad y el escueto anhelo de concentración del poder. Honremos el trabajo de la transición democrática. No retrocedamos a esos años funestos. No cedamos ante una inadmisible amnesia política.

                                        .




[1 ]Doctor en Filosofía por la Universidad Pontificia de Comillas. Profesor en la en la Pontificia Universidad Católica del Perú y  en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.

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